Hoy voy a presentar muy brevemente la película que de la mano me llevó al cine y menos brevemente la historia de la desgracia que a posteriori acompaño al personaje que la hizo, hasta que casi al final de sus días, y solo por unos minutos, recuperó su sonrisa.
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Normalmente soy muy escéptico cuando algún laburante del cine presenta en una entrevista la película que lo convirtió en un cineasta. Es que casi siempre me sorprenden, para mí desgracia, eligiendo una película que uno percibe en el escrutinio de los ojos, el proyector del alma, que es solo una respuesta adecuada. Cómo en el fútbol, como de cassette.
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Cuando Papá, ardiente consumidor de toda nueva tecnología, compro el proyector Super8, no pare de ver las pocas maravillas de antaño que se podían adquirir. Pero fue con la llegada del VHS, unos siglos después en los segundos de un niño, que mí mundo definitivamente tomaría un giro. Porque junto aquel por entonces enorme aparato llegó ella, el primer video que compro Papá en una época en que en los videoclubes se vendían manzanas o simplemente eran locales todavía sin alquilar: TIEMPOS MODERNOS de Charles Chaplin.
Una vez que el cine mudo se mudó al sonido, Chaplin se negó a darle voz a su arquetipo, al pequeño Vagabundo, a Charlot “Si habla simplemente se transformaría en otro personaje” sentenció y así siguió junto a él creando joyas mudas como la referida, ya en los tiempos en que todo el cine hablaba y que él acompañaba con música que componía y diálogos que llegaban en cuentagotas. Por aquel entonces Chaplin hasta llegó a equivocarse y pensó que el sonido no duraría. Eran tiempos en que el Pony Express estaba más cerca del Email y el error entonces se puede entender.
Unos años después, la mismísima semana que estallo la II Guerra Mundial, Chaplin comenzó a rodar EL GRAN DICTADOR, una cinta que ridiculizaba a Hitler y que en el corazón de un EEUU neutral, cuyas torres gemelas todavía no se habían sumergido en la bahía de Pearl Harbour, tuvo una criticada recepción. De esa manera nació para la opinión pública el Chaplin anti americano. Slogan que el gobierno se encargó de hacer prosperar, pero que a él no le importó.
La proliferación de su genio ya estaba un tanto extinguida, su próxima película tardó 7 años en llegar, “Monsieur Verdoux” ponía un mayor acento en los problemas vividos por aquel muchacho que de chico había mordido el suelo de la calle: los errores que veía en el capitalismo, en ese mismo sistema económico del cual ya brillantemente se había burlado en aquella mí hermosa primera película.
Pero al final fue "Monsieur", junto a varios discursos inconformistas, la película que desbordó el vaso de los cazadores de brujas que en 1952, aquella época de muros y guerras frías, la que consiguió que el hombre que más había hecho reír al mundo fuese, sobre un bote en el que volvía de una pequeña estadía en su Inglaterra natal y a solo unas brazadas de la que ese día se demostró como una incongruente Estatua de la Libertad, denegado el ingreso indefinidamente a los Estados Unidos. Y así fue que Chaplin se arrinconó en las montañas europeas y se dejo envejecer, dirigiendo apenas dos películas pero ya muy lejos del lugar donde los sueños se hacían realidad, en el lugar donde el mismo los realizó y realizó y no paro de realizar hasta que lo pararon. Y así fue que entonces y durante más de dos décadas, imagino lloraría por aquel pueblo que durante su apogeo le ofreció todo el amor que un hombre puede recibir y que más tarde lo encerró en la incomprensión de un exilio para millonarios: la Isla de Suiza.
En 1972 un senil hombrecito pasó la aduana americana y se dirigió a la ciudad que lo vio crecer, aquella que lo filmó hasta la inmortalidad. Por esos días la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas presentaba su espectáculo anual más importante, las doradas estatuillas, y fue por gracia de ellos que Chaplin consiguió un visado especial, para que el ahora Sir Charles Chaplin recibiese un Oscar Honorario por “Todo lo que le entregó al cine” y junto a éste recibió la ovación más grande de la historia de los premios: 5 enteros minutos de parados aplausos por parte de un público que le debía su historia, la del cine mismo.